Desde su auge en el siglo XIX, el hormigón se convierte en un material protagonista en numerosas obras de arquitectura, generalmente oculto por otros materiales considerados más “nobles”.

Fuente: Geograph / blog de Juan Antonio Chamorro
En 1897 François Hennebique decidía exhibirlo, por primera vez en arquitectura, como acabado del Edificio Weaver[1]; y poco a poco varios arquitectos comenzaron a interesarse en dejar descubierto el material. Más adelante, obras como la Unidad de Habitación de Le Corbusier (1952) inspirarían la nueva corriente del Brutalismo, cuyo interés en la expresividad de los materiales propició la construcción de numerosas obras de hormigón visto.
En las primeras obras, ejecutadas in situ, los acabados se centraban en mostrar la textura veteada de los encofrados de madera tanto en interior como exterior. Para obtener buenos resultados, aquí las consideraciones a tener en cuenta según Fisac: «Para hacer un buen encofrado de tablilla hay que usar madera sin cepillar, así como la que viene directamente del aserradero; si es el hormigón el que toma la humedad de la madera y, al desencofrar, las tablas quedan limpias y el hormigón retiene sus vetas»[2].

Fuente: realizado por la redactora
Sin embargo, esta exaltación del material y la estructura vista, que maravillaba a tantos arquitectos, suponía también supresión de otros aspectos, lo que no maravillaba precisamente a los ciudadanos. Ejemplo de ello es la iglesia de Santa Ana (1966), en Moratalaz, que atrae a tantos amantes de la arquitectura como feligreses repele en invierno. Más extremo es el caso de la iglesia de Guadalupe (1967), donde la esbelta cubierta de 4 cm de grosor de hormigón hace imposible climatizar el recinto, siendo necesario trasladar las misas a un edificio anexo.

Fuente: facilitado por Luis Martínez de Salinas Trillo y las propias de la redactora
No obstante, con el uso cada vez más frecuente de los prefabricados, el hormigón visto fue tomando protagonismo no solo como exhibición estructural, sino como un material de revestimiento más. Se plantean entonces edificios más completos en su cerramiento, como el caso de la Torre de Valencia (1973) de Javier Carvajal, cuyos paneles premoldeados de hormigón incluyen aislamientos térmicos y se cierran interiormente con fábrica de ladrillo, dejando una cámara de aire entre los dos materiales.
Los prefabricados permitieron también llevar más allá sus posibilidades formales como acabado, campo en el que Fisac destacó con sus encofrados flexibles, donde investigó diversas texturas que plasmaran la maleabilidad del material, su capacidad de adaptarse a un molde[3].

Fuente: realizado por la redactora
En la actualidad existe una gran variedad de encofrados, hechos de todo tipo de materiales (maderas, plásticos, metales, incluso cartón), que permiten dejar la superficie lisa y pulida o crear diversas texturas. Su puesta en obra en el caso del hormigón ejecutado in situ es compleja, siendo necesaria una segunda capa de encofrado que sostenga la que va a imprimirse en el hormigón, o materiales para apuntalarlo durante el fraguado. Además, debido los requerimientos de eficiencia energética, no es tan habitual que el hormigón quede visto en exterior e interior como sucedía en las primeras obras, dada la necesidad de incluir materiales aislantes, o fabricar muros excesivamente gruesos para garantizar las condiciones térmicas y la eficiencia energética.
En este aspecto ganan de nuevo ventaja los prefabricados, existiendo diversos modelos compuestos por varias capas y que pueden incluir material aislante en láminas intermedias. Esto perpetúa la idea del hormigón como acabado, sin ser necesaria su función estructural, por lo que se puede utilizar a modo de fachadas autoportantes ancladas a la estructura, o en forma de placas sujetas por un cerramiento o soporte auxiliar. Dado que estos materiales vienen hechos de fábrica, hay que prestar especial atención al despiece, a las dimensiones y medidas exactas de cada pieza.

Fuente: Archiproducts / Archiexpo
Para evitar estos problemas de aislamiento o, por ahora, reducirlos, se han realizado también varias investigaciones en aditivos y formas de ejecución de hormigones térmicos[4], variando su densidad y conductividad térmica. No obstante, aunque pueden tener función estructural, por el momento están más pensados para revestimiento de fachadas complementadas con otros materiales, por no llegar a los parámetros idóneos de eficiencia energética.
[1] François Hennebique deja visto el Edificio Weaver como forma de publicitar su nueva patente de hormigón armado, que estaba en plena expansión y proceso de investigación.
[2] FISAC. AV Monografías, núm. 101, 2003.
[3] «Le dije al encargado que pusiera un molde de madera y atara unos alambres de los que se usan para unir armaduras; sobre esto echamos un plástico y pusimos la armadura entre dos tongadas de unos tres centímetros; cuando desencofró, quedó de maravilla, una superficie lisa y brillante como si todavía aquello fuera blando». Fisac habla sobre sus encofrados flexibles. AV Monografías, “Centro de rehabilitación Mupag”, núm. 101, 2003, p. 100-101.
[4] Empresas como Lafarge han lanzado gamas de hormigón aislante premezclado, y también se han presentado otras investigaciones como las del proyecto HEAT, aún en fase de prototipo.
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